lunes, 11 de abril de 2011

Capítulo 2

2

El miedo se hizo mi amigo más fiel. Siempre estaba conmigo allá a donde iba.
Habían pasdo ya 10 minutos e Isaac no aparecía. Estaban siendo los 10 minutos más largos de mi vida. Mi novio, Rafa, no paraba de moverse inquieto. Al parecer no era la única que le estaba pareciendo una eterna espera. Me aterrorizaba la idea de que pudieramos morir. Habían dejado las llaves en el contacto por si había que salir en cualquier momento. La muchedumbre cada vez estaba más cerca, ya no había ninguna duda. Eran zombies.
La rotonda daba a un camino secundario asfaltado que llevaba al pueblo vecino. Todo lo que se observaba en aquella direccion eran kilómetros y kilómetros de campo. Dani se había hecho con una rama para usar como arma, no era igual de efectiva que el bate de baseball pero esperabamos que hiciera las veces.
-Cinco minutos más y nos largamos- Rafa hablaba con Dani mientras miraba el reloj.-
-Eso si no se acercan antes ellos.- agregó Dani señalando a los zombies que ya estaban a tan solo un par de manzanas.-
Las lagrimas me resbalaban por las mejillas. Solo un poco más, me decia a mi misma, pronto no estaremos aquí. Iremos a un lugar seguro. Intentaba por todos los medios tranquilizarme. Aquellos seres se acercaban a nosotros , les veia claramente.
- Rafa, vamonos, vamonos porfavor- Rafa no me escuchaba, tan solo miraba a todos los lados como asegurandose de algo. Se volvió hacia mi y sonrió
-Todo va a ir bien mi amor. No te preocupes -dijo mientras cambiaba el bate de una mano a la otra.
¿Cómo podía haber sucedido eso?¿qué sería de nosotros y de nuestas familias?
En ese momento me vino a la mente mi hermana pequeña Nazaret. La enfermedad le vino sin previo aviso. Nuestros padre la llevaron al hospital una mañana como simple precaución pero no volvió a salir de allí. Al principio los sintomas eran normales. Fiebres y vómitos, nada fuera de lo corriente. Pero pronto las fiebres dejaron de remitir y los vómitos se tornaron en sangre. Nos prohibieron verla. Los médicos no nos dejaron acercarnos a la habitacion por miedo de que alguno de nosotros contrajesemos el virus. Gracias a Rafa aquella situacion era mas llevadera. Pero la vida de Nazaret parecía acortarse cada vez más. Era algo que no llegué a comprender. ¿Por qué ella?, ¿qué había pasado?. A estas alturas quién sabe que sería de ella. Casi preferiría no pensarlo. No podía imaginar a mi hermana caminando por las calles como una zombi. No, no, ella no. Sin embargo... ¿estaría ella entre el grupo de zombis que se aproximaba?.
-Todo va a ir bien mi amor. No te preocupes...- aún resonaba en mi cabeza la frase de Rafa
Elena parecía muy nerviosa y estaba pálida como un muerto.Dani se había agachado junto a ella y susurraba algo, pero pronto se volvió a incorporar para colocarse junto a Rafa.
- Esto es una locura no comprendo nada-dijo Elena con la mirada perdida-
-Quiero irme a un lugar seguro. No aguanto estar esperando mientras esos de allí nos van alcanzando.- señalé con un gesto de cabeza a los zombis que se acercaban.
Dani no paraba de dar vueltas nervioso. Rafa intentaba llamar por telefono pero era inutil. Los zombies estaban a tan solo una manzana cuando apareció el Citröen c4 de Isaac justo una calle por detrás de los zombies. Frenó en seco detrás de todo el regimiento de muertos. Los que iban más atrás se detubieron para prestar atención al coche pero el resto seguía avanzando sin dudarlo hacía nosotros. Atropellar a por lo menos 50 zombies que nos separaban era una autentica burrada lo mirasemos por donde lo mirasemos
. . .
Ya estaba llegando madita sea solo una calle más y recto hasta la rotonda. El frenazo tan brusco casi me hace salir disparado por la luna delantera del coche. No podía creerlo hay estaban lo menos 40 zombis, y al fondo los coches de Dani y Rafa, tan cerca y tan lejos. Algunos de los muertos se habían percatado de mi presencia y ya comenzaban a avanzar hacía mi. Dí marcha atrás, solo quedaba una opción. Aceleré y deshice mi camino buscando una calle paralela a la rotonda. No había practicamente un alma por la calle, sin embargo los zombies cada vez parecían mas. Por fín llegué a la calle que buscaba pero la cercanía al hospital era mucho mayor, cosa que confirmaba el enorme número de zombies en las calles. Pise bien a fondo para evitar que aquellos asquerosos seres se acercaran demasiado al coche. Aunque había que tener cuidado con los otros automoviles que ocupaban la calle. Abandonados voluntariamente por sus inquilinos, o lo que era peor, devorados dentro de los mismos.
Volví a girar en la siguiente manzana y allí estaba la rotonda. Pisé a fondo y llegué cuando los primeros zombies se aceraban ya a Dani y Rafa. Aún se aproximaban de forma puntual, el grueso del grupo aún no los había alcanzado. Atropellé a un par de ellos interponiendo mi coche entre los zombies y mis compañeros.



-¡Subir a los coches cagando leches nos vamos!- grité por la ventanilla mientras daba marcha atrás para quitar de debajo del coche al zombi que acababa de atropellar.
-¡Te voy a dar de ostias cuando te pille!- me amenazo Rafa apuntandome con el bate ensangrentado mientras corría hacía su coche.-
Aceleramos a fondo y salimos de allí direccion Moraleja, recorrimos a buen ritmo practicamente medio camino hasta llegar al puente que cruzaba la radial desde donde se podía observar varios centenares de metros a la redonda y nos apeamos de los coches. Tocaba planificar donde ir y que hacer.

-¿Qué está sucediendo?- preguntó Elena visiblemente nerviosa-
-No se pero no tiene buena pinta- Isaac se encidió un pitillo.-
-¿Esas personas eran zombis, o aún no estaban muertas?.- me puse en cunclillas y me aprete las sienes, me dolía la cabeza y me costaba concentrarme.-
-No sabría decirlo...- respondió Isaac que no dejaba de juguetear con el cigarrillo. Me estaba poniendo de los nervios.
-¿Dónde vamos a ir?- Marta también se sacó un cigarrillo mientras preguntaba.
-Volver a Móstoles es una locura.-respondió Dani. Se creo un silencio incomodo hasta que Isaac apagó el cigarro.

-Alcorcón esta más lejos aún y habria que cruzar Móstoles, asique no podemos ir allí por mucho que nos pese a Dani y a mi.-ellos vivían allí, Dios sabe como estarian las cosas en aquel lugar.- Elena - se volvió para mirarla - tu casa está enfrente del hospital, ya deben estar atrincherados y nos sería imposible llegar.- <<eso si queda alguien>> pense para mi.- Solo nos quedan dos opciones. - Isaac se volvió hacía mi. Moraleja o Arroyomolinos. - era casi una pregunta.
Suspire. Esto era una locura íbamos camino a Arroyomolinos. Al llegar a Moraleja donde ahora vivía la puerta estaba atrancada y nadie vino a abrirnos a pesar de los golpes y las llamadas al timbre. No quisé ponerme en lo peor, seguro que no me escuchaban, o tenian miedo de abrir por si era cualquier otra persona. Si, seguro sería eso. Ahora ibamos dirección Arroyomolinos. En Moraleja apenas habíamos visto gente por la calle. Parecía como si los hubiera tragado la tierra. Dios sabe cuantos de ellos ahora eran zombis, y estaban encerrados en sus casas... por el momento.
Ahora la idea era refugiarnos en el chalet dónde vivía antes de mudarme a Moraleja. Mi principal preocupación era la carencia de comida. Necesitabamos alimentos para vivir si queriamos refugiarnos allí. Yo junto con Marta me quedaría en casa preparando todo para atrincherarnos en la vivienda. Dani, Elena e Isaac se llevarian mi furgoneta e irian al supermercado. La caravana de coches en dirección a la radial impresionaba. Era muchísima la gente que huía de Arroyomolinos y las localidades vecinas. Aún no habíamos visto las noticias. Pero quizás hubiera algunos "puntos seguros" en otros sitios. Ni siquiera sabiamos si la catástrofe era a nivel nacional, local, regional, mundial...
Entramos en Arroyomolinos y había algo más de actividad que en Moraleja. La gente metía las maletas apresuradamente en el coche para lazarse a la carretera. Vimos varias casas con ventanas cegadas y puertas atrancadas. ¿Hasta donde había llegado el pánico?. Pero aún no había ni rastro de zombies, por el momento. Mas al pasar por al lado del polideportivo allí estaban. El ayuntamiento había querido asistir a los enfermos del más que abarrotado centro de salud en el pabellón principal del polideportivo. La catastrofe se había desatado horas después. Alguien había cerrado la puerta del pabellón para retenerlos.



Tras de ella se podían escuchar los golpes. Sin embargo nadie había caido en el hecho de que los que habían sido atacados fuera del recinto también estaban destinados a volver de forma grotesca a la vida. Salimos cagando leches de allí antes de que los zombis repararan en nosotros. No eran más de diez, pero que narices al fin y al cabo. Eran zombis. Llegamos a mi casa poco despues y nos bajamos de los coches.

Agarré firmemente de nuevo el bate de baseball y Dani portando su rama me siguió. La puerta que daba acceso a la rampa de mi garaje estaba abierta, como siempre. Entramos dentro de la rampa que comunicaba con el jardín de arriba. El acceso a la casa era doble o bien por el jardín o bien bajando hasta lo que sería la entrada del garaje. Que ahora estaba reformado y era un habitaculo más de la casa con cocina y aseo. No tenía pinta de que hubiera nadie allí. Pero por si acaso entramos cuidadosamente por el acceso del garaje. En un periquete estaban registrados las 4 plantas del chalet. Nos reunimos en el salón una vez terminado. Tocaba separarnos.

lunes, 4 de abril de 2011

Prólogo y Capítulo 1

PRÓLOGO

Miedo... dolor…y sangre. Mucha sangre.

Todo había empezado hace poco con aquella extraña niebla que cubría la comarca. Nunca había visto algo igual. Aproximadamente una semana después, muchos empezaron a caer terriblemente enfermos de un mal que nadie sabía diagnosticar. Pronto los hospitales quedaron abarrotados y muchos tuvieron que recibir asistencia en sus propios hogares. Eso si llegaban a recibirla. Y antes de que pasara un mes del nacimiento de la niebla se sucedieron las muertes; una tras otra...
Toda una desgracia, si. Ojala se hubiera quedado ahí la cosa...

Pocas horas después de morir, entre 6 y 12 horas pasada la defunción, estos cuerpos tomaban de nuevo el control de sí mismos para obedecer a un sólo impulso primario: Alimentarse. Pero no de cualquier cosa, sino de los que hasta hace unas horas eran sus familiares, amigos y congéneres; dándose así uno de los más tétricos episodios que el mundo recuerda desde sus orígenes. Y aún no sabemos cuándo va a concluir...

1

El hospital estaba lleno de gente. Yo creo que nunca lo había visto así. Todos estábamos obligados a hacernos un chequeo de rigor debido a la maldita niebla y la epidemia que estaba ocasionando, aunque los que no habían caido enfermos ya no era usual que luego estubieran contagiados. Habíamos quedado con Isaac, Dani y Elena, con pensamiento de ir luego a dar un paseo o tomarnos algo. Esperamos un buen rato a que nos dieran turno a los cinco y pasamos a una enorme sala de espera. Después de estar allí más de tres horas localizamos a Ana que trabajaba en el hospital de enfermera desde hacía más de cinco años y en un momento nos subió al primer piso para pasar el reconocimiento.
Los pasillos estaban abarrotados de enfermos y era obligatorio llevar mascarillas.
-Esperad aquí -dijo Ana mientras llamaba a la puerta que teniamos enfrente-. Sois los numeros del 624 al 629. Aguardar hasta que os llamen.
Nos quedamos los cinco allí charlando en voz baja. Iban aún por el numero 237; esto iba para largo. Fué entorno al numero 300 cuando se empezó a desatar la locura.
Primero fueron las carreras de los médicos por las escaleras, los tropiezos de algunas enfermeras con las camillas de los pasillos, etc... Bueno, ahora que lo pienso quizás todo empezara con aquellos gritos que provenían de los pisos de arriba. Pero lo cierto esque en aquel momento no le dimos importancia. Las carreras de médicos se sucedieron al menos durante media hora, y los gritos durante más. Luego vinieron las primeras personas bajando histericas las escaleras. Algunas venian con heridas de lo que supuse eran cortes en los brazos o en el cuello. No sabíamos que pasaba y la gente empezaba a ponerse nerviosa.
Diez o quince minutos después la histeria terminó de desatarse cuando un "¿cadaver?" <<no me iba a parar a comprobarlo>> bajo rodando las escaleras. Me levanté como un resorte y me percaté de que Elena e Isaac ya estaban de pie a mi lado. Sin dudarlo, los cinco nos hechamos a la carrera escaleras abajo...

Otra esquina más. Ya estábamos llegando. Jadeábamos como animales de tanto correr. La ciudad se había vuelto una puta locura. Según decían, el ejército venía de camino a cercar el hospital, pero todos los del grupo sabíamos que no iban a llegar a tiempo. Los habiamos visto. ¡Joder, los habiamos visto! Al pasar por la zona de urgencias; eran personas atacando con uñas y dientes a todo el que encontraban en su camino. Una maldita matanza. El coche estaba a poca distancia, pero todo era una masa de gente corriendo como locos en todas direcciones y eso que aún no habíamos visto ni un solo cadáver andante.
-¡Vamos, no podemos pararnos! ¡Ya estamos llegando! -Dani hacía gestos con la mano al resto mientras se lanzaba de nuevo calle arriba.
Nos lanzamos de nuevo a la carrera y llegamos hasta mi furgoneta.
-Vale, ¡rápido, arriba! -dije mientras desactivaba el cierre centralizado.
Marta, mi novia subió al instante en la parte delantera, pero el resto dudaron.
-Yo no quiero dejar mi coche aquí, tío... -dijo Isaac. -Lo mismo digo.-decidió Dani mientras sacaba las llaves del coche.
-Ok, nos reunimos entonces en la entrada al “camino de moraleja”, en la rotonda; pero venir cagando leches.
Dani y su novia Elena fueron a buscar su coche e Isaac hizo lo propio. Yo me subí en el asiento del conductor de la furgoneta y arranqué. Varias personas se abalanzaron sobre el coche para que las llevara. Estaban histéricas. Di marcha atrás y al mirar por el retrovisor los vi: decenas de ellos, pálidos como la mismísima muerte. Algunos tenían heridas en algunos lugares del cuerpo como si se hubieran caído o hubieran sido golpeados. No corrían, pero su velocidad no era precisamente lenta y pronto dieron alcance la multitud. Mi novia no dejaba de gritar.
-¡Marta!, por Dios, deja de gritar. Me vas a dejar sordo. Ahora estamos seguros. Salgamos de aquí.
-¡Los están matando cariño! ¡Matando! -me gritó hecha un amasijo de nervios sin apartar la mirada de lo que sucedía detrás del coche.
-¡Lo estoy viendo, joder, pero deja de gritar! ¡No vamos a solucionar nada así! -le increpé mientras metía primera.
Un golpe sonó justo en la parte trasera del coche. Uno de los “zombis” (por ponerle un nombre conocido a las personas con esta terrible enfermedad) había alcanzado el coche y estaba empezando a propinarle una serie de puñetazos bastante violentos. Aceleré y salí disparado de allí.
-Espero que no les haya pasado nada -murmuró Marta mordiéndose nerviosamente las uñas.
-Yo también espero que estén bien, sus coches estaban cerca -le respondí-. Hazme un favor, anda, coge el bate de baseball que hay en el suelo donde tu puerta y no te separes de él.
Marta asintió en silencio y sujetó el “arma” con ambas manos como si fuera un niño de pecho. Atravesamos rápidamente las calles que nos separaban del punto de reunión. Cada vez había menos gente por las calles. Pasamos por delante de la comisaría y vimos ventanas cegadas y puertas atrancadas, con los coches cruzados delante de las puertas. Aminoré la velocidad. Estaba seguro de que dentro de los coches habría objetos de valor frente a la hecatombe...
-¡Continúen su camino o abriremos fuego! -gritó una voz metálica que procedía de la comisaria- ¡Refúgiense en sus casas y esperen la llegada del ejercito!
Aceleré de nuevo. No me iba a jugar la vida por lo que pudiera encontrar en aquellos coches patrulla. El punto de reunión estaba ya a solo un par de manzanas.

. . .

Seguí corriendo calle arriba. Me volví lo justo para comprobar que Elena me seguía de cerca. Ya estábamos llegando al coche cuando doblaron la esquina. Eran decenas de ellos. Por lo menos treinta, persiguiendo al doble o más de personas que se empujaban por ir justo en la dirección contraria a la que llevábamos nosotros. El coche estaba allí, joder, a 10 metros escasos y los putos muertos aquellos poco más allá.
-¡Vamos, cariño! –le grité a Elena mientras la cogía del brazo y tiraba de ella.
En un momento nos plantamos delante del coche. Abrí la puerta del copiloto y mientras entraba mi novia miraba con ojos desorbitados hacia todos lados, -<<esto es una puta locura>> me repetía a mí mismo cuando mi novia gritó. Al darme la vuelta ahí estaban; dos zombies de esos directos a por mí.
Retrocedí instintivamente para dar con mi espalda en el coche. Los tenía casi encima cuando, en un momento de lucidez, se me ocurrió saltar por encima del coche. Abrí corriendo la puerta, encendi el contacto y salí de allí quemando asfalto y atropellando muertos de aquellos.
-¿Estás bien? –me preguntó Elena mientras me escrutaba con la mirada buscando posibles heridas.
-Tranquila, no me han rozado siquiera.
Acelerando a fondo pasé por delante de la comisaría. Los primeros zombies se acercaban allí y también algunos civiles que intentaban protegerse en un lugar seguro. A ambos los recibieron a balazos y tuve que dar un rodeo para evitar ser disparado por error. Bastante tenía ya con los muertos de los huevos como para tener también que esquivar balas.
Tenía el corazón en un puño hasta que llegamos a la rotonda. Allí estaban Rafa y Marta esperando junto al coche. Rafa sostenía el bate en las manos pendiente del final de la calle, donde ya se veían algunas personas o zombies caminando. Quizá fueran las dos cosas...
Era difícil saberlo desde aquella distancia...
No había rastro de Isaac.