viernes, 27 de enero de 2012

Capítulo 9

9

Habíamos decidido que había que ir a investigar. No queríamos vivir con la tensión de que otra parejita de zombis se nos colara en el jardín trasero, y que antes de que nos diéramos cuenta estuvieran dentro del chalet de una forma o de otra. Había que ver si los dos que habíamos matado ayer venían de la casa del vecino o de algún otro lado. Las barras de hierro que usábamos como arma se estaban doblando notablemente, así que decidí llevarme el bate de baseball, que sería más manejable. Joaquín también se había provisto de sus tijeras por si acaso. Izzy, Joaquín y yo iríamos a mirar en casa del vecino. Dani tendría que cubrirnos en el jardín por si acaso e Isaac era encargado de salir al porche delantero por si teníamos que pedir ayuda desde alguna ventana de ese lado. Marta y Elena estaban en el interior de la casa. Ambas desaprobaban lo que estábamos haciendo todos. Pero creíamos que era necesario.

-Ojo al entrar- le volvía a repetir a Izzy y Joaquín-. No sé cómo estará el mobiliario del interior pero la disposición del chalet es la misma que la mía.-

-Entramos y salimos rápido.- contestó Joaquín apurando el cigarrillo al máximo.

-Acabemos de una vez- dijo Izzy mientras salía al jardín con Dani, esquivando la mesa con los dos cadáveres aplastados de los zombis.- No me hace ni puta gracia entrar ahí.-

-Ni a ti ni a nadie.- le contesté. – Dani, iremos asomándonos por las ventanas para decirte que todo va bien, pero no te despistes de lo que pasa alrededor por favor.-

-Descuida.-contesto Dani sonriendo sin poder disimular el nerviosismo pasando la barra de hierro de una mano a otra.

Me sudaban las manos de puro nervio. Tuve que secármelas en la camiseta antes de volver agarrar el bate con fuerza.

-Vamos allá. Con un par.- dijo Joaquín mientras cruzábamos la valla tirada en el suelo que separaba un chalet del otro.

El jardín estaba vacío pero eso se podía ver a simple vista desde que se cayó la valla. El porche, desierto y las puertas que llevaban al interior del chalet, en el suelo. Ya sabíamos de donde habían salido nuestros amigos. Izzy nos hizo un gesto con la cabeza y entramos los tres a la vez. Creía que me explotaría el corazón mientras nuestros ojos se acostumbraban a la penumbra.

-¿No tenemos una puta linterna?- pregunté mosqueado.

-Cierra la boca. Si hay alguno nos va a oír, joder.-me contestó Izzy en susurros.

Poco a poco fuimos distinguiendo la habitación, que estaba desierta. Solo mobiliario. Nada diría que por ahí habían pasado un par de zombis. Todo estaba colocado en su sitio. Joaquín comprobó la puerta que llevaba al garaje. Negó con la cabeza. Debía estar cerrada. Nos asomamos al hueco de la escalera, que estaba aún más oscuro. Volvimos a tomarnos un par de minutos mientras nos acostumbrábamos a la carencia de luz. Llevaba el bate tan fuertemente agarrado que me empezaron a doler los nudillos y me obligué a disminuir la presión. Subimos rápidos pero sigilosos por las escaleras. Lo habíamos ensayado aquella mañana. Joaquín giró hacia la izquierda encarando el pasillo que llevaba a la cocina e Izzy y yo a la derecha. Después de echar una ojeada al tramo de escalera que subía y ver que estaba despejado, entramos en el salón. Uno miraba a izquierdas y otro a derechas. Vacío. Hicimos un gesto a Joaquín, que pasó a cubrir la puerta mientras nosotros subíamos una persiana cada uno para hacer señas respectivamente a Dani y a Isaac. Volvimos a la entrada del salón. Fuimos hasta la cocina. No había nadie. La nevera estaba tumbada en el suelo y había dejado la marca de haber sido arrastrada al abrir la puerta. Al fondo de la cocina, un enorme charco de sangre reseca.

-El último refugio de tu vecino.- dijo Joaquín.

-Sí. Pero vivía con su mujer, su hija y su madre.- De momento solo hemos matado a dos.

Un golpe en el piso de arriba como de algo al caerse nos sobresaltó. Miramos instintivamente al techo y a la puerta de la cocina. No había nadie en el umbral, pero el corazón se me iba a salir de la garganta con el golpe que había escuchado.

-Ahí los tienes…-dijo Izzy.- Con cuidado ahora.-

Para doblar la esquina de la cocina al pasillo tuve que hacer de tripas corazón. Casi esperábamos encontrar un zombi esperándonos allí, dispuesto a devorarnos.

-Por las escaleras.- dije a Joaquín.

-Vamos chavales. Ahora Izzy a la izquierda y nosotros a la derecha.- respondió.

Asentimos con la cabeza. Subimos por la escalera con sumo cuidado, intentando hacer el menor ruido. El aire arriba estaba más viciado. Olía peor, pero nadie dijo nada. Cuando llegamos arriba de la escalera Joaquín y yo giramos a la derecha e Izzy a la izquierda. Entonces fue cuando pasó todo. El grito de Izzy. Los gruñidos de aquel ser. Nosotros dándonos la vuelta para ver caer a Izzy con la zombi escaleras abajo.

-¡Corre, corre, corre!- gritó Joaquín mientras bajaba las escaleras corriendo y empuñando sus tijeras detrás de Izzy y la zombi.

Salí corriendo detrás de él. En el suelo, Izzy mantenía la cabeza de mi vecina a raya usando las manos. Aquella asquerosa cosa babeaba como si tuviera un ataque epiléptico. La sangre reseca en forma de costras llenaba sus labios y sus dientes. Tenía una extrema delgadez que recordaba a un preso de un campo de concentración. Todos sus huesos sobresalían notablemente, como si tuvieran la piel pegada a ellos. Aun así, debía tener una fuerza increíble por como Izzy se debatía con ella. La barra de hierro estaba dentro del estomago de la chica. Supuse que debía habérsela clavado accidentalmente durante la caída. De la herida supuraba un líquido espeso y amarillo mezclado con sangre. Después de dos días muerta, debía de estar empezando a coagularse por todo su cuerpo.
Joaquín llegó abajo antes que yo y pateando al zombi lo lanzó contra la pared del pasillo. El sonido de los huesos al partirse fue perfectamente perceptible para los tres. No obstante, eso no le impidió levantarse con la mirada fija en nosotros. Dicen que los zombis no tienen sentimientos, pero yo puedo asegurar que esa mirada estaba cargada de ira y odio.


 Joaquín empuñó las tijeras con intención de rematarla y para sorpresa de ambos, el zombi le esquivó. Era increíblemente rápida para lo que habíamos visto hasta ahora. Golpeó a Joaquín y lo tiró al suelo, pero cuando iba a echársele encima, Joaquín volvió a patearla, lanzándola al suelo de espaldas. Más huesos rotos. Fui corriendo a ayudarle a levantarse. El zombi también se estaba incorporando de nuevo. El brazo derecho le colgaba inerte. Ya sabíamos que se había roto en la última caída. Se volvió a lanzar contra nosotros. Esta vez estábamos prevenidos y nos costó mucho menos esquivarla. Chocó contra la pared y nos abalanzamos sobre ella aporreándola con nuestras armas con violencia hasta que quedó inmóvil, con la cabeza machacada.

-¡Venid aquí, cabrones! ¡Queda uno!- Izzy nos gritaba desde el pie de la escalera.

Nos habíamos olvidado de él por un momento, y yo de que tenía cuatro vecinos. Fuimos hacía Izzy, pero cuando llegamos, Dani subía por la escalera barra en mano y acabo con la anciana madre de mi vecino con facilidad. No era ni mucho menos tan ágil como el otro zombi, pero no era momento para pensar en eso. Teníamos que salir pitando de allí.

-Lleváis quince minutos sin aparecer por ninguna ventana, ni siquiera la de la cocina.-respondió Dani ante nuestra cara de asombro.- ¿Estáis todos bien?-

-Nosotros si- contestó Joaquín guardándose las tijeras de nuevo en el cinturón. Miró a Izzy-. ¿Tú qué tal?-

-Si lo que preguntáis es si voy a morir, la respuesta es “no”. Pero me duele horrores el tobillo.- Dijo señalándose con un gesto de cabeza el tobillo derecho.

-Vámonos abajo. Isaac está en el jardín de atrás y las chicas han salido también, preocupadas. No las hagamos esperar.- dijo Dani, y con ayuda de Joaquín levantó a Izzy en volandas y empezaron a bajar las escaleras.

 Eché un último vistazo a mi alrededor. Otra vez aquella sensación de tan familiar y tan ajeno al mismo tiempo. Miré mi ropa llena de salpicaduras de sangre reseca y de manchas identificables de todo tipo.

-Deberíamos volver a buscar ropa- dije a los demás cuando llegamos al jardín.

-¿¡Ropa!? ¿¡Ropa!?¡¿ Os ponéis ahora a pensar en ropa?! ¡Casi os matan!- Elena estaba fuera de sí agitando los brazos y gritándonos.- Sabía que no debíais ir. Ni a Marta ni a mí nos gustaba el plan. ¡Pero sois unos malditos cabezones!-


-¿Queréis bajar la voz?- Isaac intentaba poner orden.- Deja de gritar, Elena. Se están revolucionando nuestros amiguitos de la parte delantera. –

Elena lanzó una mirada a cada uno y se fue dentro. Marta la siguió después de haberse asegurado de que yo estaba bien.


-Dejemos esas cosas para otro día. Todos estamos llenos de mierda de todo tipo. De hecho, yo aún llevo el uniforme del hospital. Pero ahora tenemos otros problemas. -añadió Isaac.- Lo primero es ver como arreglamos este tobillo.-

sábado, 21 de enero de 2012

Diario III

Dani 21-22 de Mayo

Qué noche más larga…
Estoy agotado. Voy de una ventana a otra para no quedarme dormido y sólo me acompaña el murmullo asqueroso de los zombis. Isaac se había ofrecido a acompañarme en la guardia, pero le vi demasiado cansado para aceptar. También Elena se ofreció, pero ¡que me cuelguen si se lo permito! ¡Ja!
Pobre Elena, parece que es a quien más le ha afectado todo. Y yo no puedo hacer nada.
Qué rabia… Todos hemos perdido mucho… Bueno, pensamos haberlo perdido. Pero creo que todos tenemos esperanzas aún de volver a ver a nuestras familias.
Sólo Marta había visto a su hermana Nazaret consumirse por la enfermedad y sabía qué no volvería a verla. Seguramente deseaba no volver a verla y recordarla como era antes de todo esto.
Vaya… Están todos dormidos como angelitos. Normal... La noche anterior no pegamos ojo. Me acerco a Elena, que duerme con Marta en el sofá del salón y me quedo ahí mirándola. Parece tranquila. Sonrío.
Dios mío, me voy a quedar dormido. Y aún quedan dos horas para que me releve Rafa.
Joder, dos horas.
Dos largas horas…

lunes, 9 de enero de 2012

Capítulo 8

8

Bajamos las escaleras alarmados y preocupados, Joaquín no abrió la boca hasta que estuvimos al pie de la escalera y se llevó un dedo a los labios.

-Silencio, Izzy.-me susurró Joaquín.

Eso me hizo ponerme en lo peor. Detrás de mi todos captaron el mensaje y se mantuvieron en silencio. Cuando nos acercamos a la cristalera que daba al jardín trasero del chalet ahí estaban. Dos zombis deambulando de un lado a otro. Sin rumbo. Al parecer, debido a las cortinas, no podían vernos cuando dirigían la vista hacia nosotros.


-¿De dónde han salido?- preguntó Elena con voz queda.-

-Mira- le contesté señalando con un golpe de cabeza la valla que colindaba con el vecino tirada en el suelo.

-¿Qué hacemos?.- preguntó Isaac a nadie en concreto.

-Matarlos.-contestó Rafa.

-Espera.-no me parecía del todo una buena idea.- Esos bichos se ponen a gemir en cuanto nos ven y luego aparecen cientos de ellos. Mira la entrada principal.-

-Si pero no podemos dejarlos ahí… son una amenaza en potencia Izzy.- contesto Rafa señalándolos.

-¿Y qué quieres que tengamos las dos entradas saturadas de zombis?.- pregunté

-Vayamos arriba. -dijo Joaquín- Izzy, Rafa; aquí no se puede hablar con tranquilidad. Ahora veremos qué hacemos con ellos.-

En sepulcral silencio volvimos a subir al salón. Los ánimos del grupo estaban por los suelos, nos sentíamos atrapados. No podíamos salir al jardín de atrás por nuestra nueva visita doble. Y para salir al porche de la parte delantera había que tener la sangre fría de ver como decenas de manos sobresalían por encima de la valla empujando inexorablemente concienciados en llegar hasta su
objetivo. Nosotros.

Por otro lado ya no quedaba nada que hacer en la casa, era todo lo segura que podía ser. Teníamos toda la comida que habíamos podido abarcar. Sobrevivir se había convertido en tan solo dos días en algo tan rutinario como encender el fuego y mantenerlo, cocinar, alimentarse y dormir. Y para una vez que salimos de la rutina casi perdemos a Marta.

Estábamos ya todos sentados en los sofás o las sillas del salón alrededor del fuego. Rafa había subido a buscar a Marta, queríamos que todos estuvieran presentes. Cuando bajaron el semblante de Marta reflejaba que ya había sido puesta al corriente de la situación. Me había ocupado junto con Dani de sacar algunas latas en conserva y algunos platos para almorzar algo. Hasta que no tuve la comida delante no caí en que no recordaba cuando fue la última vez que había probado bocado. Joaquín tomó la palabra.

-Estamos aquí reunidos hermanos…-

-Déjate de coñas colega- replicó Isaac soltándole una colleja.- ¿Ideas sobre que vamos a hacer?.

-Bien, bien ya paro. Solo quería quitarle hierro al asunto. Tenemos dos opciones, o dejarles estar sin más. O bajar y matarlos.-

- Si les matamos podemos provocar que vengan más. – volví a recordarles.

-No me apetece dormir pensando que pueden entrar en cualquier momento. Una cosa es los de la parte delantera que tienen que atravesar dos puertas para llegar hasta nosotros pero esos están ahí…- contesto Elena.

-Para llegar a nosotros tendrían que tirar la reja de hierro que separa la puerta corredera del jardín.- volví a sacarme un cigarrillo y me lo lleve a los labios.

-Se pueden matar sin que nos vean.- todos nos giramos hacia Marta que había tomado la palabra.

-¿Cómo?-le preguntó Rafa extrañado.

-Tú mismo me has enseñado a los dos zombis desde la ventana y no han levantado la vista en ningún momento. – comenzó a explicarse – Solamente habría que encontrar objetos lo suficientemente contundentes como para acabar con ellos y arrojárselos desde arriba.

- No va a ser fácil darles desde tan arriba. – Joaquín se había sacado un cigarro también.

- Es nuestra mejor baza. – repliqué habrá que intentarlo. – cuanto más grande sea el objeto más fácil será darles. –

- A buscar todo el mundo.- dijo Rafa levantándose.

Después de media hora de búsqueda infructuosa se nos había ocurrido la idea de pensar en algo más grande que todo lo que habíamos encontrado como posible proyectil. Asique habíamos subido la mesa de la cocina hasta la habitación en la que había estado Marta antes, donde Rafa le había mostrado a los zombis. Abajo estaban Isaac, Rafa, Elena y Marta, esperando dentro de la salita de abajo, listos para rematar la faena. Yo con Joaquín y Dani estábamos preparados para ejecutar el plan.

-¿Estáis todos listos? – pregunté a los demás.

-Cuando quieras Izzy, ellos ya estarán abajo. – contestó Dani.

Cogí una de las macetas que habíamos subido y la lancé por la ventana mientras Dani y Joaquín aupaban la mesa acercándola al marco de la ventana que habíamos desprovisto de cristales antes. La maceta resonó con estrepito al partirse y ambos zombis empezaron a avanzar curiosos hacia el origen del ruido. Indiqué a ambos que acercaran más la mesa. Ya casi estaban debajo.

-A la de tres chavales.-

-Una-

-Dos-

-¡Tres!-

Dejamos caer la mesa por la ventana y nos asomamos para ver como impactaba contra los dos zombis. Justo cuando toco el suelo salieron Isaac y Rafa armados con las barras de hierro y remataron a ambos zombis que habían quedado parcialmente sepultados por el tablero de la mesa.


En menos de un minuto estaba todo listo. El estrepito que se había montado había sido notable pero al menos no habían llegado a emitir sondo alguno ninguno de los dos zombis. Rafa nos hizo una señal con la mano de que todo había salido bien y volvieron al interior del chalet. Nosotros volvimos a colocar las ventanas en su marco y bajamos al salón. Solo quedaba cenar algo y dormir.

Un día más o un día menos, según como lo quisiéramos ver.