lunes, 4 de abril de 2011

Prólogo y Capítulo 1

PRÓLOGO

Miedo... dolor…y sangre. Mucha sangre.

Todo había empezado hace poco con aquella extraña niebla que cubría la comarca. Nunca había visto algo igual. Aproximadamente una semana después, muchos empezaron a caer terriblemente enfermos de un mal que nadie sabía diagnosticar. Pronto los hospitales quedaron abarrotados y muchos tuvieron que recibir asistencia en sus propios hogares. Eso si llegaban a recibirla. Y antes de que pasara un mes del nacimiento de la niebla se sucedieron las muertes; una tras otra...
Toda una desgracia, si. Ojala se hubiera quedado ahí la cosa...

Pocas horas después de morir, entre 6 y 12 horas pasada la defunción, estos cuerpos tomaban de nuevo el control de sí mismos para obedecer a un sólo impulso primario: Alimentarse. Pero no de cualquier cosa, sino de los que hasta hace unas horas eran sus familiares, amigos y congéneres; dándose así uno de los más tétricos episodios que el mundo recuerda desde sus orígenes. Y aún no sabemos cuándo va a concluir...

1

El hospital estaba lleno de gente. Yo creo que nunca lo había visto así. Todos estábamos obligados a hacernos un chequeo de rigor debido a la maldita niebla y la epidemia que estaba ocasionando, aunque los que no habían caido enfermos ya no era usual que luego estubieran contagiados. Habíamos quedado con Isaac, Dani y Elena, con pensamiento de ir luego a dar un paseo o tomarnos algo. Esperamos un buen rato a que nos dieran turno a los cinco y pasamos a una enorme sala de espera. Después de estar allí más de tres horas localizamos a Ana que trabajaba en el hospital de enfermera desde hacía más de cinco años y en un momento nos subió al primer piso para pasar el reconocimiento.
Los pasillos estaban abarrotados de enfermos y era obligatorio llevar mascarillas.
-Esperad aquí -dijo Ana mientras llamaba a la puerta que teniamos enfrente-. Sois los numeros del 624 al 629. Aguardar hasta que os llamen.
Nos quedamos los cinco allí charlando en voz baja. Iban aún por el numero 237; esto iba para largo. Fué entorno al numero 300 cuando se empezó a desatar la locura.
Primero fueron las carreras de los médicos por las escaleras, los tropiezos de algunas enfermeras con las camillas de los pasillos, etc... Bueno, ahora que lo pienso quizás todo empezara con aquellos gritos que provenían de los pisos de arriba. Pero lo cierto esque en aquel momento no le dimos importancia. Las carreras de médicos se sucedieron al menos durante media hora, y los gritos durante más. Luego vinieron las primeras personas bajando histericas las escaleras. Algunas venian con heridas de lo que supuse eran cortes en los brazos o en el cuello. No sabíamos que pasaba y la gente empezaba a ponerse nerviosa.
Diez o quince minutos después la histeria terminó de desatarse cuando un "¿cadaver?" <<no me iba a parar a comprobarlo>> bajo rodando las escaleras. Me levanté como un resorte y me percaté de que Elena e Isaac ya estaban de pie a mi lado. Sin dudarlo, los cinco nos hechamos a la carrera escaleras abajo...

Otra esquina más. Ya estábamos llegando. Jadeábamos como animales de tanto correr. La ciudad se había vuelto una puta locura. Según decían, el ejército venía de camino a cercar el hospital, pero todos los del grupo sabíamos que no iban a llegar a tiempo. Los habiamos visto. ¡Joder, los habiamos visto! Al pasar por la zona de urgencias; eran personas atacando con uñas y dientes a todo el que encontraban en su camino. Una maldita matanza. El coche estaba a poca distancia, pero todo era una masa de gente corriendo como locos en todas direcciones y eso que aún no habíamos visto ni un solo cadáver andante.
-¡Vamos, no podemos pararnos! ¡Ya estamos llegando! -Dani hacía gestos con la mano al resto mientras se lanzaba de nuevo calle arriba.
Nos lanzamos de nuevo a la carrera y llegamos hasta mi furgoneta.
-Vale, ¡rápido, arriba! -dije mientras desactivaba el cierre centralizado.
Marta, mi novia subió al instante en la parte delantera, pero el resto dudaron.
-Yo no quiero dejar mi coche aquí, tío... -dijo Isaac. -Lo mismo digo.-decidió Dani mientras sacaba las llaves del coche.
-Ok, nos reunimos entonces en la entrada al “camino de moraleja”, en la rotonda; pero venir cagando leches.
Dani y su novia Elena fueron a buscar su coche e Isaac hizo lo propio. Yo me subí en el asiento del conductor de la furgoneta y arranqué. Varias personas se abalanzaron sobre el coche para que las llevara. Estaban histéricas. Di marcha atrás y al mirar por el retrovisor los vi: decenas de ellos, pálidos como la mismísima muerte. Algunos tenían heridas en algunos lugares del cuerpo como si se hubieran caído o hubieran sido golpeados. No corrían, pero su velocidad no era precisamente lenta y pronto dieron alcance la multitud. Mi novia no dejaba de gritar.
-¡Marta!, por Dios, deja de gritar. Me vas a dejar sordo. Ahora estamos seguros. Salgamos de aquí.
-¡Los están matando cariño! ¡Matando! -me gritó hecha un amasijo de nervios sin apartar la mirada de lo que sucedía detrás del coche.
-¡Lo estoy viendo, joder, pero deja de gritar! ¡No vamos a solucionar nada así! -le increpé mientras metía primera.
Un golpe sonó justo en la parte trasera del coche. Uno de los “zombis” (por ponerle un nombre conocido a las personas con esta terrible enfermedad) había alcanzado el coche y estaba empezando a propinarle una serie de puñetazos bastante violentos. Aceleré y salí disparado de allí.
-Espero que no les haya pasado nada -murmuró Marta mordiéndose nerviosamente las uñas.
-Yo también espero que estén bien, sus coches estaban cerca -le respondí-. Hazme un favor, anda, coge el bate de baseball que hay en el suelo donde tu puerta y no te separes de él.
Marta asintió en silencio y sujetó el “arma” con ambas manos como si fuera un niño de pecho. Atravesamos rápidamente las calles que nos separaban del punto de reunión. Cada vez había menos gente por las calles. Pasamos por delante de la comisaría y vimos ventanas cegadas y puertas atrancadas, con los coches cruzados delante de las puertas. Aminoré la velocidad. Estaba seguro de que dentro de los coches habría objetos de valor frente a la hecatombe...
-¡Continúen su camino o abriremos fuego! -gritó una voz metálica que procedía de la comisaria- ¡Refúgiense en sus casas y esperen la llegada del ejercito!
Aceleré de nuevo. No me iba a jugar la vida por lo que pudiera encontrar en aquellos coches patrulla. El punto de reunión estaba ya a solo un par de manzanas.

. . .

Seguí corriendo calle arriba. Me volví lo justo para comprobar que Elena me seguía de cerca. Ya estábamos llegando al coche cuando doblaron la esquina. Eran decenas de ellos. Por lo menos treinta, persiguiendo al doble o más de personas que se empujaban por ir justo en la dirección contraria a la que llevábamos nosotros. El coche estaba allí, joder, a 10 metros escasos y los putos muertos aquellos poco más allá.
-¡Vamos, cariño! –le grité a Elena mientras la cogía del brazo y tiraba de ella.
En un momento nos plantamos delante del coche. Abrí la puerta del copiloto y mientras entraba mi novia miraba con ojos desorbitados hacia todos lados, -<<esto es una puta locura>> me repetía a mí mismo cuando mi novia gritó. Al darme la vuelta ahí estaban; dos zombies de esos directos a por mí.
Retrocedí instintivamente para dar con mi espalda en el coche. Los tenía casi encima cuando, en un momento de lucidez, se me ocurrió saltar por encima del coche. Abrí corriendo la puerta, encendi el contacto y salí de allí quemando asfalto y atropellando muertos de aquellos.
-¿Estás bien? –me preguntó Elena mientras me escrutaba con la mirada buscando posibles heridas.
-Tranquila, no me han rozado siquiera.
Acelerando a fondo pasé por delante de la comisaría. Los primeros zombies se acercaban allí y también algunos civiles que intentaban protegerse en un lugar seguro. A ambos los recibieron a balazos y tuve que dar un rodeo para evitar ser disparado por error. Bastante tenía ya con los muertos de los huevos como para tener también que esquivar balas.
Tenía el corazón en un puño hasta que llegamos a la rotonda. Allí estaban Rafa y Marta esperando junto al coche. Rafa sostenía el bate en las manos pendiente del final de la calle, donde ya se veían algunas personas o zombies caminando. Quizá fueran las dos cosas...
Era difícil saberlo desde aquella distancia...
No había rastro de Isaac.

2 comentarios:

Carlos Reyes dijo...

Hey muy interesante tu texto, seguiré con el a ver que tal.

Anónimo dijo...

Bueno primer capítulo y ya empieza la acción, parece que esto va rápido..... seguiremos leyendo....

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